Hoy
ya hace 3 años de tu partida; 3 años en que nos dejaste de una manera inesperada y que aún no logro
aceptar.
Desde
que te fuiste nada ha sido fácil. Has dejado un vacío imposible de llenar, y lo
sabes. Fuiste un gran hombre, viejo, al que tuve la suerte y fortuna de llamar
Padre. Ese fue uno de los regalos más grandes de mi vida, y aunque tú ahora ya
no estés, ese hecho lo llevo siempre en mi corazón
No
puedo evitar, al escribirte hoy derramar lágrimas de impotencia recordando esos
últimos momentos vividos; en donde te tenía delicado rogándole a Dios que no te
llevara aun; que permitiera que te quedaras conmigo un poco más, sin poder
evitar que poco a poco tu aliento se fuera de un momento a otro.
Por
eso el día de hoy, en la fecha de tu partida decidí dejar atrás mis penas y
recordarte de otra manera; una manera menos penosa para mí y que quizás me
ayude en adelante a aceptar este vacío
que dejaste en mi...; escribiéndote estas líneas pues siento que es mi mejor
homenaje a ti querido papá.
Gracias
por haberme enseñado a afrontar la vida con valentía y determinación, así como también haberme enseñado lo que es el bien y
el mal, a saber captar la esencia de las cosas simplemente mirándolas, gracias
por haberme dado éste carácter que me ayuda en mi vida diaria...y gracias por
sobre todas las cosas por haberme dado la vida y por haberme enseñado cada día
a ser mejor persona...
De
ti recibí las lecciones de vida más importantes, Padre, esas que todo hombre
debe aprender. Gracias por ello. Padre mío, fuiste mi guía y mi luz, me abriste
los ojos a la vida cuando yo aún era un niño. Me alegro de que lo hicieras
porque hoy, cuando ha pasado el tiempo, te lo agradezco. Siempre te recordaré,
querido viejo, porque has sido el mejor Padre del mundo.
¡Te
amo, viejo, y sé que algún día volveremos a vernos!