Maestro es la persona quien sabe que su actividad debe ser una vocación de servicio, una labor de renuncias materiales, pero ante todo, una tarea de satisfacciones trascendentales.
En efecto, el verdadero Maestro tiene una vocación de servicio hacia sus alumnos, pues sabe que el conocimiento que con ellos comparta será la clave para que los estudiantes generen sus propias conclusiones e ideas que el día de mañana transformen para bien a la sociedad en la que vivimos. Esa vocación exige una entrega desmedida en la capacitación continua por ser mejor docente, en el estudio constante de la materia que imparten y de todas aquéllas disciplinas que enriquecen su temario, en saber entender que el alumno es una persona que confía en su conocimiento por lo que debe ser capaz de ponerse en su lugar para transmitir mejor los conceptos. Al ser una vocación, dicha labor no debe tomarse a la ligera y pensarse que cualquiera puede ser un profesor, pues si no se está dispuesto a dejarse la vida en los libros, en las aulas y en el diálogo con los alumnos y con los demás Maestros, no se está en la capacidad de realizar la tarea docente. La vocación hacia la enseñanza es una virtud del espíritu que sólo quienes saben interpretarla con sutileza logran ejercitarla de manera conveniente.
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